Con un nombre tan pomposo como Frederick Temple Hamilton-Temple-Blackwood, es inevitable tener la sangre muy azul. Frederick la tenía y por eso, tras una exitosa labor en Siria como funcionario, desarrolló una importante carrera en el servicio diplomático británico, ocupando cargos de tanto relieve como subsecretario de Estado de Guerra, gobernador de Canadá y embajador en Moscú y Estambul, rematando tan brillante currículum en 1884 con el nombramiento de virrey de la India.
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