En nuestros tiempos de feliz globalización, de redes sociales y medios, el rol del censor se ha democratizado muchísimo. Ahora cualquiera puede indignarse públicamente y esparcir su indignación más allá de su casa, calle, pueblo y país. Vean, como ejemplo, el caso del festival musical de Alcalá, el Urban Fest, que se acabó suspendiendo después de que a nadie le pareciese bien nada.
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