Lo primero que le llamará la atención del metropolitano moscovita será el lujo, una gran idea del comunismo que se llevó a la práctica con indiscutible éxito: los palacios debían ser para el pueblo y no para una élite elegida por nadie. Cantidades ingentes de mármol lo revisten, mosaicos de vivos colores, andenes iluminados por fastuosas lámparas irrepetibles en cada estación, originales y únicas, todo un regalo para la vista en el camino rutinario al trabajo.
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