Allá por los 60, la General Motors andaba buscando nuevos mercados donde expandirse, siendo uno de sus puntos estratégicos el aumento de la construcción de carreteras en todo el planeta. Obvio: a más carreteras, más coches y más ventas. Un lugar tentador y que ofrecía perspectivas lujuriosas de crecimiento era Latinoamérica, el tradicional patio trasero norteamericano. ¿Pero dónde había un buen terrenito que sirviese para unir varios países y a ser posible poco poblado? ¡En la selva del Amazonas!
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