A los españoles no solo nos encanta la tortilla de patatas, también es objeto de otra de nuestras actividades favoritas: debatir con indignación. Cuando la discusión se queda dentro de nuestras fronteras los bandos se dividen etre concebollistas y sincebollistas, siendo también polémico el punto de cuajado. Pero, ay, cuando llega un extranjero a mancillar nuestra receta, a todos nos invade el orgullo patrio.
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