«No, pero a ver, escúchame, escúchame», insiste Mario Ramal en la terraza de una cafetería del centro de Valladolid, donde ha quedado esta mañana con una mujer a la que intenta convencer de que hoy en día es imposible quedar con una mujer en una terraza para hablar tranquilamente. «Pero déjame acabar», exige cada vez que su interlocutora balbucea o hace algún gesto que parece anticipar una interrupción. «Fíjate en la hostilidad que recibo ahora mismo, solo por expresar mi opinión», se queja sin que la mujer haya tenido oportunidad .
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