Camino a Hamburgo, Parche recuerda aún, como se recuerda la pérdida de un primer amor, la final del torneo de Berlín, ya en 1990, en la que Seles se paseó sin piedad ante Graf. En su propio país. En la nueva y pletórica Alemania unificada. Parche no lo olvida, no. Tampoco olvida su reacción a aquella derrota: el odio enfurecido hacia Seles y el amor aún más enloquecido por Steffi —«Es una criatura de ensueño: sus ojos brillan como diamantes y su pelo parece de seda. Caminaría sobre brasas ardiendo solo por ella», le dirá días después a la poli
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