En julio de 1974, una adolescente que había salido a pasear con su perro por la playa encontró el cadáver de una mujer a pocos metros de la carretera. Estaba cubierto de insectos y en un avanzado estado de descomposición. Tenía el pelo castaño rojizo y las uñas de los pies pintadas de rosa. Bajo su cabeza había unos vaqueros de marca Wrangler y una bandana azul. En su boca, unas lujosas coronas de oro que por aquella época valían al menos 5000 dólares.
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