Para tener al equipo de actores infantiles controlado, Donner alquiló en Astoria —la localidad donde tuvo lugar el grueso del rodaje— un motel completo para tener bien vigilados a unos chavales que, tras una semana, “habían pasado de ser completos desconocidos a convertirse en auténticos hermanos, con todo lo bueno y lo malo que ello implica”; hablando la camaradería fraternal que se creó de forma casi instantánea, tanto de lo acertado del reparto elegido por los dos cineastas como de las innatas capacidades de Donner para favorecerla.
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