Verano del 2014. Dos niñas de 9 años caminan hacia la playa. Llevan sombreros de paja y vestidos largos. Están de foto y lo saben. Por eso, cuando un adulto saca la cámara, posan. Una se contonea un poco hacia un lado y hace la V con los dedos, la otra, echa la cabeza hacia atrás y sonríe a modo de artista de cine, haciendo también la V. La foto está bien, es divertida, pero adolece de algo que, hasta no hace mucho, hacía especiales las imágenes infantiles: la espontaneidad.
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