La pornografía desde un punto de vista estrictamente económico, es un mercado goloso. Por razones evidentes, no lo es: pese a su volumen, el consumo de pornografía tiene cierto aspecto de tabú y obvias connotaciones negativas en la esfera pública. Queda reducido al ámbito privado, de modo que, a pesar de su ubicuidad, encontrar productos de márketing o publicidad que fomenten o promocionen la competencia entre marcas, productoras o sitios web es una tarea compleja. O lo era. Hasta que llegó Pornhub y decidió revolucionar el concepto.
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