Muchas veces se habla de que la obra de un artista es el reflejo de su vida. En el caso de Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) su vida es su mejor película. Como profesional, admite que es un mal compañero de trabajo, que no respeta ni horarios ni fechas ni presupuestos. Pero explica que eso se debe a la importancia que le da a su libertad personal. También cuando filma lo hace a lo grande. Sin escatimar en gastos. Así viven tradicionalmente los gitanos con los que ha crecido, sin saber qué harán al día siguiente, sin que siquiera les importe.
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