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El derecho a ser cursi

Tuve una novia que me prohibió que le dijera frases románticas al oído. Sí, han leído bien: ‘tuve’. Porque no concibo un mundo sin poesía, sin ese placer culpable que consiste en deslizarse por el tobogán de los sentimientos sin temor a ser tachado de… cursi. Lo peor es que con esa novia tuve una hija… A ver qué hacemos ahora.

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