Germán pensaba que escucharía interesantes historias de vida y conversaciones profundas entre completos desconocidos hablando de una mesa a otra, pero la realidad es que se ha pasado los últimos cinco años escuchando todo tipo de sandeces. “Nunca imaginé que la gente pudiera decir tantas estupideces”, se sincera ante la prensa. “Los dos años de pandemia fueron muy duros para mí, pero no por las restricciones en la hostelería, sino por tener que escuchar a todo el mundo quejándose de vacunas, mascarillas y conspiraciones absurdas”, añade.
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