Una amiga gallega con la que compartí una parte de mi filipinato y cuyo novio vivía entonces en España me contaba que lo más duro en una relación a distancia era el desfase horario. Le parecía muy difícil coordinar el ritmo de conversación o el humor cuando para uno de la pareja es de noche y para el otro mediodía o aquel está acabando el martes y ésta empezando el miércoles. Hay momentos en los que te sientes más mimoso, o más impulsivo, o más despistado, y costaba sincronizar esos estados de ánimo.
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