El mes pasado, la prensa relacionaba el asesinato de Samuel Luiz Muñiz con la violencia «alimentada» por Fortnite, el videojuego de Epic Games. Aunque tras las críticas recibidas el medio rectificaba el titular eliminando la alusión a uno de los videojuegos de moda, quedaba en evidencia que el «pánico moral» a la industria del gaming sigue presente. Igual que dos años antes, cuando el entonces presidente Donald Trump vinculaba los tiroteos masivos de Texas y Ohio, en los que murieron 29 personas, a los videojuegos.
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