Cruzar el estrecho de Magallanes es luchar con las corrientes de dos océanos, Pacifico y Atlántico, y con vientos de la corriente Antártica, que alcanzan los 100 km por hora formando olas mucho más grandes que nuestro barquito, que avanzaba a pesar del ominoso crujir de su cuerpo de madera y con una tripulación mareada de tanto sacudirse como maracas en todas direcciones.
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