Habían pasado las ocho de la tarde del 19 de febrero de 1994, cuando una mujer llamada Gloria Ramirez ingresa en una sala de urgencias del Hospital Riverside General, California. Lo que sucedió a partir de entonces permitió a Ramírez entrar en los libros de la historia médica para siempre. Los médicos que recuerdan la escena dicen que Ramírez llevaba pantalones cortos y una camiseta y, aunque todavía estaba consciente, sólo podía responder a preguntas con balbuceos, la mayoría de las veces incomprensibles.
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