La revolución del emplatado hipster lleva tiempo en marcha. El clásico mesón de menú casero en vajilla duralex ha pasado a transformarse en un gastrobar de diseño donde se sirve el salmorejo en tejas viejas y los profiteroles en urinales de caballeros. Los dueños son los mismos pero ahora se han dejado barba y llevan gafas de pasta. Cobran más, eso sí. El diseño se paga.
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