El ser humano no es perfecto, y sus productos tampoco, por lo que es normal que en cientos de miles de líneas de código existan ‘bugs’, conflictos, cosas que no salen bien, elementos que se contradicen y, vaya, cosas geniales que uno no esperaba que estuvieran ahí. Los videojuegos, como buen medio interactivo, conciben los ‘bugs’ de un modo aún más especial si cabe: ya sea con vidas infinitas o personajes deformados de maneras desagradables, los fallos, los ‘glitch’, tienen cierto encanto cuando no estropean tu partida, cuando algo sale mal
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