En el océano, como en la montaña, ocurre algo peculiar: muchos intrépidos sienten una atracción irrefrenable por zambullirse en el agua y poner sus organismos al límite. Ya sea para dejar huella en la historia, conquistando metas que parecían imposibles de alcanzar, o con algún otro propósito, son numerosos los aventureros que se han atrevido a enfrentarse a los temidos mares. A ojos de los más cautos, no existe nada que pueda justificar que una persona se ponga las aletas, un traje de neopreno y se lance al agua para cruzar dos continentes.
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