Llega resoplando del frenético rodaje de 30 monedas, pero en dos gestos, dos palabras, pasa de ser el terrible director de cine gore que es, al tipo amoroso que, también (Bilbao, 1965). Se confiesa vanidoso y ansioso, pero es feliz y mira el mundo en positivo. Este filósofo que escribe y dirige películas puede reconciliarle con las redes sociales y el estado policial que padecemos.
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