Durante los pasados años 20 a Addison Mizner le llovían los proyectos. A veces diseñaba más de una casa al día. Todo aquel interesado en construirse un palacete en Florida requería sus servicios. Tenía carta blanca. Le soltaban un cheque en blanco, desaparecían durante un año y volvían tomar posesión de su mansión sin saber muy bien qué se iban a encontrar. Podía ser un palacete veneciano, un caserón de estilo español o una residencia inspirada en la arquitectura árabe de Andalucía. O una mezcla de las tres cosas.
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