De todos los acontecimientos ocurridos en los Juegos Olímpicos de México en el otoño de 1968, tal vez el más emblemático haya sido el salto de Bob Beamon (1946) de 8,90 metros, 55 cm más que el anterior tope mundial. Es la segunda mejor marca de la historia y plusmarca olímpica 48 años después. Se ha calculado que al nivel del mar y sin viento el salto podría haber sido de 8,50-8,60, un registro excelente de cualquier manera. El viento oficial fue de 2,0 m/s. Este valor, sin embargo, sigue siendo objeto de controversia.
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