Treinta años después de que espectadores de todo el mundo pudiéramos disfrutar de una de las mejores y más sangrientas historias de amor y de terror que se han rodado, seguimos revisionándola estupefactos y estupefactas por su atemporalidad, por su carácter visionario y transgresor y porque resiste el paso del tiempo aún mejor que su protagonista. Nuestro amor por el Drácula de Bram Stoker de Coppola nunca muere. Estamos dispuestos y dispuestas a vender nuestra alma una y otra vez.
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