En el XVII, todas las personas bienpensantes que vivían en Europa tenían una serie de creencias e ideas que, leídas de corrido, nos demuestran la enorme distancia que hay entre ellos y nosotros. Porque, a pesar de que tendamos a enunciar agoreramente que estamos rodeados de magufos, el conocimiento humano no ha dejado de aumentar exponencialmente a partir del año 1600. Antes de esa fecha, lo que sabíamos (y sobre todo lo que sabíamos como lo sabíamos) estaba en gran parte estancado.
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