Páginas arrancadas, tachaduras, entintados violentos… son las cicatrices que evidencian la censura a la que fueron sometidos algunos manuscritos de la Biblioteca General Histórica. Todos ellos permanecen custodiados en el Sancta Sanctórum, salvo los que han sido trasladados a la Sala de la Columna hasta el próximo 19 de enero con motivo de la exposición 'Libros prohibidos. Herejía y censura en la Edad Moderna’.
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Los únicos autores estilísticamente coherentes con semejante anomalía son el protestante Francisco de Enzinas y su buen amigo y vecino Juan de Jarava.
En 1559 se ganó un billete de ida al Index Librorum Prohibitorum, aunque en 1573 se aprobó una versión castigada por la Inquisición, de la que se suprimieron el episodio IV (fraile de la Merced) y el V (buldero), además de unos cuantos pasajes puntuales, y la Segunda Parte se prohibió por entero. Hasta 1834 no pudo ser disfrutado íntegramente en España con la desaparición de la Inquisición.