"Las europeas son las más salvajes de nuestra comunidad. Las británicas, por ejemplo, se jactan de sus violentos actos de tortura, con tenazas en pecho y genitales". Quien así lo relata es Agar (nombre en clave), una mujer de 25 años que vivió el infierno de ingresar en las filas del Estado Islámico y se abrazó después a los servicios de inteligencia extranjeros para salir de él.
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