En su libro, en realidad, Woody Allen no ofrece, ni lo pretende, datos nuevos. Su versión, por así decirlo, es clara y varias veces hecha explícita. Pero nunca hasta ahora de manera tan meticulosa y hasta agresiva. La única culpa que se atribuye el autor es la de no haber sido capaz de ver las señales de peligro.
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