Nauvoo podía ser la Icaria que Cabet había soñado y en la que todos habían creído allá en Europa, cuando los periódicos socialistas del continente anunciaron que se buscaban colonos que quisieran embarcarse al nuevo mundo y hacer realidad el sueño de una comunidad socialista. Mil quinientas personas habían respondido a la convocatoria: había españoles, suizos, ingleses, alemanes, italianos, húngaros, suecos. Todos habían leído Viaje por Icaria, todos soñaban con un país donde no existiese el dinero ni la propiedad privada.
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