“Fui a ver a mi madre, que se puso a llorar”, cuenta Enrique en una entrevista concedida a El Independiente. Acababa de descubrir que las personas que le habían tratado con tanto amor y cariño desde hacía veintitrés años no eran sus padres biológicos. El peso de esta revelación se sumó a la pérdida, tres días después, de la persona a la que más había querido en este mundo, a su padre, ahora adoptivo. Cabe destacar que este hombre abandonaba el mundo de los vivos desconociendo que su hijo adoptivo sabía la verdad.
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