El resumen viene a ser que para el Estado, más allá de los discursos protocolarios en los que toca quedar bien, lengua, lo que se dice lengua, hay una, que es aquella con la que nos entendemos todos. Y las demás, pues sí, ahí están y las hablan algunos porque son muy pesados y las mantienen con vida, pero, en el fondo, vaya coñazo.
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