Quién le iba a decir a Carl Laemmle -fundador de los estudios Universal- que la estructura que cimentaría su factoría de sueños sería el cine de terror. Un género por el que el estudio había apostado tímidamente -las primeras cintas sobre la licantropía, The Werewolf y The White Wolf, datan de 1913 y 1914, o la adaptación estrenada en 1927 dedicada a El fantasma de la ópera (The Phantom of the Opera) interpretada por Lon Chaney- pero que no era santo de su devoción.
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