Lituania y Estonia, dos de las tres ex repúblicas soviéticas bálticas, enfrentan dos retos paralelos: por un lado, la enorme influencia rusa y la amenaza que eso supone para sus países y, por otro, pasar página y dejar de centrar su política exterior —y a veces interior— en la enorme influencia rusa y la amenaza que eso supone para sus países. La sombra del Kremlin no es que sea alargada, es que da la sensación por momentos de que, en temas de seguridad, lo cubre todo.
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