El incalificable linchamiento del que fue víctima hace unos días mi compañero y amigo Raúl Solís desborda los límites de lo admisible para devenir en delincuencia pura y dura. Me niego a reproducir más veces las monstruosidades que ese eurodiputado ultra apellidado Pérez y el repugnante escudero con nombre de mafioso que tiene a su servicio, le han dedicado a mi colega periodista porque seguro que el lector, si no las conoce ya, tiene dónde consultarlas.
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