Si prestas atención a las estanterías de la casa de tus padres o tus abuelos, seguro que puedes encontrar una reliquia del conocimiento acumulando polvo en una esquina. Tomos y tomos de enciclopedias, perfectamente ordenados, albergando toda la sapiencia del momento. En el mejor de los casos aquellos libros fueron usados en alguna ocasión para alguna duda puntual, o como ayuda en un antediluviano trabajo escolar. En el peor, fueron una compra compulsiva pensando en que serían indispensables para el desarrollo educativo de los más jóvenes.
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