En el elegante vestíbulo decimonónico de la estación de Przemysl, muy cerca de la frontera entre Polonia y Ucrania, no cabe un alma. Desde el pasado jueves, cuando comenzó la invasión rusa, se ha convertido en la zona cero de la crisis de refugiados. Aquí llegan cada día decenas de trenes con miles de personas, los pocos que han conseguido subir a bordo en unos vagones atestados, la principal vía de escape de la guerra.
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