Dice una vieja frase que en el Perú existen dos clases de problemas: los que se arreglan solos y los que no se arreglan nunca. Como el transporte en Lima, por ejemplo. La imbecilidad al volante manifestada hoy en intersecciones bloqueadas, bocinazos a semáforos en rojo y buses atrapados bajo puentes no encuentra explicación en encefalogramas, pero esta inclinación por el desorden es tan antigua como la ciudad misma.
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