Winston Churchill acababa de sustituir a Neville Chamberlain como primer ministro británico y dijo a sus conciudadanos: «No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Otro elemento igualmente importante para la terca resistencia británica contra los nazis durante la II Guerra Mundial, si cabe más prosaico y elemental que todos los anteriores, pero al mismo tiempo más elevado, fue el té. Sin el té, quién sabe cuánto hubiera durado la moral de ingleses, irlandeses, galeses y escoceses.
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