Hacía tiempo que la opinión pública y pontificia condenaba la práctica; supuestamente por decreto papal en 1878, pero no exactamente por razones humanitarias. El último castrato, Alessandro Moreschi, murió en 1922, dejando un legado de 17 grabaciones de no muy alta calidad ni de un repertorio muy bien elegido. Estaba limitado por la tecnología de grabación de entonces: 1902/4. No eran exactamente los estándares del CD. Su voz se puso en discos de laca de una cara sin velocidad fija y de capacidad limitada: como mucho, 4 minutos de duración.
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