En 2006, Oviedo era una ciudad rica. Al menos en apariencia. En realidad, las facturas se acumulaban en los cajones y las deudas se incrementaban a un ritmo vertiginoso, pero el equipo de gobierno conseguía financiación y eso llevaba al alcalde, Gabino de Lorenzo, a anunciar proyectos de lo más variopinto. Muchos no tenían más recorrido que esa declaración pública de intenciones y otros tantos se empezaban pero se quedaban a medio camino.Este afán por edificar llevó a De Lorenzo a proyectar la construcción de una red de spas en la capital astur
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