La muerte de un hijo es probablemente el dolor más profundo y perdurable que se puede experimentar. Y cuando se hubiera podido evitar, peor. Así que hay preguntas difíciles de hacer, pero indispensables. Al menos dos niños murieron esta semana en Estados Unidos por balas disparadas por otros niños. Y eso no es raro. Para los padres estadounidenses, las preguntas relacionadas con la seguridad de armas de fuego se están volviendo de rigor antes de acordar que sus hijos vayan a jugar con sus amiguitos a otras casas.
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