Bill Kochevar ha logrado agarrar una taza y acercársela a la boca, algo que no podía hacer desde que tuvo un accidente hace ocho años. Los investigadores le han insertado en la corteza motora 96 electrodos, cada uno de ellos del tamaño de una aspirina infantil. "Es mejor de lo que pensé", afirma el paciente, de 56 años.
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