“¡En dos minutos empezamos a disparar!”. El fervor de la guerra se manifestó en su expresión más cruel en un paraje próximo a Konjic, en el corazón de Bosnia. Gritaba un hombre rubio, de unos 30 años, fuertemente armado. Tenía a su mando a cientos de personas que habían jurado fidelidad a Sulman, uno de los cabecillas musulmanes que azuzaban el conflicto. Habían arrasado una aldea y perseguían a 171 croatas que habían conseguido escapar. Querían masacrarlos. Pero se toparon con un joven teniente de la Legión que protegía a aquella muchedumbre.
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