La llegada de Monzón fue bendecida incluso por el propio Cebrián, que recibió la oferta de seguir tutelando editorialmente el grupo, aunque ya sin ninguna función ejecutiva ni de gestión empresarial. No obstante, los bancos cometieron el error de no comunicar a Moncloa su acuerdo, lo que finalmente terminó por dinamitar la operación.
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