Érase una vez un cineasta brillante que tuvo una buena idea en una noche de 2009 y que la ejecutó de forma nada brillante. Érase una vez un escritor que decidió solidarizarse con ese cineasta –atacado e insultado desde todos los frentes– de forma poco inteligente con ejemplos sobre los límites del humor, así a lo bruto. Érase una vez una ciudad que inició una nueva era política y alguien descubrió ese y otros tuits del escritor, ahora concejal, y los denunció como un escándalo. Seis años después.
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