Fueron los primos de Pedro Matutes quienes le presentaron a Nacho Cano. Ocurrió en Madrid, hará unos ocho años. Por un lado, una saga de hoteleros que, en su larga lista de posesiones, contaban con un teatro en ruinas que querían resucitar. Por otro, una estrella del pop español de los ochenta y los noventa, dueño de una mansión en Eivissa, la isla natal de los hoteleros.
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