El 25 de mayo de 1943, Barbara Burks se quitó la vida a los 40 años arrojándose por el puente George Washington de Nueva York. Hoy, casi nadie recuerda a la joven psicóloga estadounidense, que no logró encontrar empleo en ninguna universidad y que, aquejada por una profunda depresión, "se dio cuenta, con razón o sin ella, de que su cerebro estaba experimentando un cambio siniestro y, con todo su amor y ternura, decidió ahorrarnos el pesar de compartir con ella el espectáculo de una decadencia tan trágica", como escribió su madre.
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