El cine estadounidense, especialmente el de serie B, nos ha acostumbrado a ver occidentales aprendiendo artes marciales hasta convertirse en auténticos maestros e incluso accediendo a categorías un tanto especiales como la de los ninjas o los samuráis. Lo que nunca hemos visto en celuloide, salvo que haya alguna de aquellas sexploitations setenteras que ahora no recuerdo, es que el protagonista de un hecho así fuera negro. Pero al parecer hubo uno, de origen africano y llamado Yasuke.