Sinceramente, yo no daba un duro. Bueno, un duro quizá sí, pero no mucho más. Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en pleno repunte de coronavirus en la capital japonesa y con deportistas venidos de las cuatro esquinas del mundo, pintaban mal, pero sobrevivieron. A duras penas, con unas audiencias televisivas más bien bajas, con ausencia de público en las gradas y demasiados grandes nombres pasando demasiados apuros, pero sobrevivieron de pie y nos entretuvieron durante dos semanas, que es de lo que se trata.